sábado, 15 de octubre de 2011

La última semana

Ya cada vez falta menos y el sufrimiento, aunque se intensifica por estas horas, va a parar. La inexorabilidad desaparecerá y todo habrá acabado. Para algunos, ese destino prefijado desde hace dos interminables meses les produce vértigo y, como el equipo que ya no le importa nada en los últimos 5 minutos del partido que va perdiendo 5 a 0, sueltan los instintos más bajos y se dan el placer de romper con lo políticamente correcto o directamente con la entereza que les piden que muestren e imposten aún siendo goleados.
Entonces, el hijo de Raúl sabe que su lugar en la historia fue breve y apenas materializado por cuestiones vocales y de vestimenta (a propósito, Clarín vuelve sobre los sacos del padre, objeto de lo que nunca fue y será, anticipos de la muerte de una carrera política que en verdad nunca empezó).
El Cabezón de las Muertes y los Saqueos se saca de encima todo eso que no podía decir por no perder votos. ¿Qué más puede perder que el módico 8% que le marcan esas encuestas en las cuales él tanto creyó siempre y ahora las ve como persecutorias por orden del gobierno? Ya nada puede detener la sangría de votos que nunca tuvo, entonces mostrarse con la Hotton y sacar todo el pus reaccionario afuera, en algún punto, es liberador de tanta frustración.
Inclusive los medios opositores al gobierno que será reelecto con una amplia mayoría se dan el lujo de soltarse, descontracturarse y dejar de disimular. Se permiten hacer una crítica realista de libros de colegas de ruta (inclusive que se festejan como modo de reirse un poco de las cosas que han hecho y las tergiversaciones que comparten en su haber), echan a periodistas que ya no bancan más y por supuesto le llaman reestructuración del área (tampoco comen vidrio, Halperín, ¿no?).
Como los gritos desaforados del asesor de Binner en ese rico debate organizado por Madzello Bodnelli el miércoles, también hay lugar para el enojo con el pueblo que supo cobijarlos aún a pesar de no tener más que denuncias que hacer o bien votar en contra de las leyes que antes se proponían con denodado reclamo. Ahora, la Lila, abajo de Altamira, prende el atmosférico y riega de mentira y robo a esa sociedad que ya le dijo adiós (Fonte, hoy, la despide), junto a varios, que luego del 23O explicitarán el lugar que siempre tuvieron y que nosotros supimos sobreestimar, exagerar, sobredimensionar: marginales de la política nacional que fueron comidos por los monstruos a los que, masoquistas, continúan defendiendo en sus intereses más inconfesables. Sólo le quedan 7 días antes del sol del domingo.

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