domingo, 23 de octubre de 2011

Morales Solá y Castro se apartan de los derrotados

Mientras Joaco, hace minutos, en TN, azotaba por enésima vez a su querida Oposición (ni en un momento de derrota total les tiene piedad, pobres) acusándolos de haber cometido numerosos errores como el de no reconocerle al gobierno sus logros económicos (¡Je!), el pensamiento viajaba a aquellas editoriales firmadas por una de las plumas de lso grandes medios que más sale perdiendo ante una panorama tan arrasador (no es el único) en las que se aseguraba todo lo contrario a lo que el 14A mostró con crudeza y que hoy se ratifica en medio de festejos y esperanza popular.
Antes, Rosendo también se ponía a hablar de estadísticas antes que a querer presentar un país equilibrado entre el gobierno y su desmembrado e ineficiente Grupo A(hhh). Todo, ante los ojos saltones de María Laura, abandonada por Mike en medio de los cánticos de las masas camporistas y los grasitas reivindicados por el que continúa siendo el hecho maldito del país burgués.
Pero Joaco no es el único que hoy se hace el tonto para salvarse de una sana renovación que también tendrían que albergar los principales medios de alcance nacional, dejando atrás repertorios maltrechos y no ajustados a una realidad que se les escapa cada vez más velozmente.
A la mañana, Nelson Castro fustigaba a los pobres opositores, que hoy finalizan una etapa que muy pocos sabrán evaluar en términos de mandato popular, más preocupados por satisfacer a sus amos sectoriales y salvar sus precarias carreras personales antes que cumplir con su verdadero rol defensor del bien común.
"Junto con lo que sucederá en el Gobierno, la otra expectativa es qué ocurrirá en la oposición. Allí hay devastación. La catastrófica derrota que habrá de sufrir hoy abre las puertas del adiós a la mayoría de sus dirigentes a los que ha unido un denominador común: la falta de rumbo. Con la muerte de Néstor Kirchner, los opositores se quedaron sin el único protagonista que les dio vida y dilapidaron el caudal de votos y el poder que lograron en las legislativas de junio de 2009. El desbande más fuerte habrá de ser –en realidad, viene siendo– en el Peronismo Federal. Los que vuelvan al kirchnerismo deberán hacer mucho mérito para recuperar el terreno perdido.
A los que no regresen les espera la desolación. Hoy concluirá la carrera política de Eduardo Duhalde. “Triste, solitario y final”, del inolvidable Osvaldo Soriano, es el título que mejor ilustra la “muerte” política del ex presidente interino.
Esta vuelta al kirchnerismo de muchos hombres y mujeres del justicialismo complica el futuro de Mauricio Macri, quien, junto con Hermes Binner, emerge como uno de los líderes de la futura oposición. El PRO es una fuerza personalista con poco arraigo en el interior. Sin el aporte de un sector importante del peronismo, sus posibilidades de crecimiento son muy escasas.
Francisco de Narváez también queda colgado de la nada . El aportó lo suyo para la destrucción de Unión-PRO. Se la creyó y así le fue.
Lo de Binner también implica un enorme desafío para construir una alternativa desde la nada.
El radicalismo es un Titanic en busca de su iceberg que hoy habrá de dar un paso más hacia su destrucción. Lo que ha pasado en esta campaña con los candidatos a gobernador e intendentes tratando de despegarse de la figura de Ricardo Alfonsín ha sido patético. Salvo el caso de Roberto Iglesias en Mendoza, si llegase a imponerse en su muy difícil elección contra el candidato del kirchnerismo Francisco Pérez, la UCR se ha quedado sin ningún gobernador.
El otro ocaso resonante es el de Elisa Carrió, una dirigente honesta y valiente que demostró una particular ineptitud para la construcción de una fuerza política que se erigiera en alternativa de poder. Su personalismo, sus caprichos y su creencia de que para construir había que destruir la llevaron, a ella y a la Coalición Cívica, a esta debacle. El Acuerdo Cívico y Social emergió como fuerza victoriosa en junio de 2009 y en vez de luchar desde sus filas por imponer sus ideales de una vida partidaria con mayor decencia creyó que la mejor solución era dar un portazo e irse al primer cruce con sus conmilitones. Se equivocó y la sociedad se lo facturó".

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