lunes, 9 de abril de 2012

Dictadura: narraciones

"La historia de los pueblos de La Pampa comenzó desde hace unos años, no muchos, a ser contada de otra manera. A través de la apertura de la universidad pampeana, de la participación de diferentes comunidades y de los municipios que buscaron rescatar el pasado de sus sociedades con una mirada más abarcadora y desde lo académico, es que se publicaron una serie de libros.
Esta "nueva ola" de obras locales se empezó a dar con la proximidad de la celebración de los Centenarios de los pueblos, que en su mayoría ya se realizaron entre 2001 y 2012.
Desde la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa, en 2006, se puso en marcha el proyecto de extensión "Los pueblos de La Pampa en su centenario", bajo la coordinación general de la historiadora Ana María Rodríguez.
De esta manera, Guatraché, Anguil, Puelches, Caleufú, Alpachiri, Colonia Santa María y y Miguel Riglos; a los que se pueden agregar volúmenes como el de Macachín, General Campos y Eduardo Castex; empezaron a abordar las historias locales de otra manera.
Rodríguez resalta: "Las municipalidades se acercaron a la Universidad para hacer sus libros sobre la historia local y eso tuvo mucho que ver con el caso de Trenel, donde un trabajo de un escritor local fue tomado como la obra del centenario por la municipalidad que lo declaró de interés y luego se lo criticó porque adhería a la teoría de los dos demonios. Fue entonces que los gobiernos municipales de algunas localidades buscaron la mirada académica para respaldar sus trabajos, ya que muchos no quisieron pasar por ese hecho bochornoso. Eso también tiene que ver con el esfuerzo por parte de la Universidad, que es tomado como un desafío, de empezar a contar la historia para la gente".
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"Patricio Pron, en su novela "El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia", vincula una multiplicidad de registros -crónica, catarsis, novela policial y hasta biografía- que le permiten resignificar la historia de su padre, un militante que sufrió la última dictadura. 
"Mi estancia en Alemania me permitió conocer de primera mano la que posiblemente sea la enseñanza más valiosa que la sociedad alemana posterior al nazismo tiene para dar, que es la de que la memoria no constituye una cualidad intrínseca de las sociedades sino que es una actividad y que esta actividad debe ser repetida periódicamente (generación tras generación) para que los hechos trágicos que son su objeto no se repitan en el futuro", define.
-El ensayista Ricardo Forster escribió alguna vez que "el arte de la memoria supone la utilización recurrente y a veces obsesiva del bisturí del olvido". Pareciera que en ese sentido, como una figura metafórica, funcionan en el libro la incapacidad tanto del padre como del hijo para recordar episodios del pasado ¿Acaso es necesario olvidar para recordar?
-Muy posiblemente. O quizás sea necesario discutir los vínculos entre memoria y olvido para que la primera no sea el simple reservorio de hechos insustanciales sino una herramienta de transformación.
En ese sentido, el volver sobre los hechos trágicos que han sido olvidados no es una forma de "cerrar" o "curar" ninguna herida, sino un modo (muy doloroso, por cierto) de establecer cuán enfermos estamos (un poco a la manera de aquellos médicos que abren un cuerpo enfermo para saber si éste puede ser salvado) y cuánto de nosotros puede ser salvado todavía".
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