domingo, 21 de octubre de 2012

"Afuera siempre es mejor", el canto del tilingo

Verón: "Allí estuvieron los dos cuerpos presidenciables con sus gestos, sus dudas, sus cambios de humor, sus movimientos evasivos, sus miradas furtivas, mostrándose ante los ciudadanos que los van a votar y ante el resto del mundo. Una simbiosis eufórica, una suerte de fusión exaltada entre la clase política en su conjunto y la televisión privada independiente. En suma: la figura misma del infierno para un kirchnerista. Y que el candidato opositor pueda decirle al señor presidente (y viceversa), en vivo y ante 65 millones de televidentes, que está mintiendo… no sé, me produce una sensación de bienestar".
Caputo: "El martes, los señores Barack Obama y Mitt Romney tuvieron su segundo debate. El presidente recogió la experiencia del primer encuentro. Esta vez estuvo claro y fuerte mostrando las contradicciones (eufemismo por mentiras) de su contrincante. En todo caso, en el marco de lo que estamos hablando, fue llamativa la calidad del debate y la información que ambos manejaban.
Los candidatos detallaron sus objetivos en materia de crecimiento, empleo, energía, finanzas públicas y seguridad social. Sobre todo, expusieron cómo pretenden alcanzarlos. Así, la cuestión impositiva –quiénes pagarán los costos de las reformas– estuvo, nuevamente, en el centro del debate.
No me imagino a ninguno de los presidentes(as) que nos gobernaron durante los últimos veinte años manteniendo una discusión de esa calidad. Ni Carlos Menem, ni Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner o Cristina Kirchner podrían sostener un debate de esa naturaleza. Por eso, a diferencia de lo que hacen nuestros países vecinos, nunca se hicieron".

Sin embargo...
Amy Goodman: "Probablemente hayan notado que la candidata presidencial por el Partido Verde, la Dra. Jill Stein, no participó en el debate presidencial “abierto”, con participación del público, en la Universidad de Hofstra, Long Island, el martes por la noche. Stein estaba encadenada a una silla en una estación de policía cercana, en Nueva York, junto a su compañera de fórmula, la candidata a la vicepresidencia Cheri Honkala. Su delito fue haber intentado ingresar a la Universidad para que Stein pudiera participar en el debate.
Entrevisté a Stein al día siguiente de haber sido arrestada (casualmente fue liberada poco después de finalizado el debate). Me dijo: “La policía afirmó que simplemente estaban haciendo su trabajo. Yo les respondí 'Esto se trata del trabajo de todos, de si podemos pagar el seguro de salud, si los estudiantes podrán pagar sus préstamos'. Hay asuntos fundamentales que no han sido incluidos en el debate”. Y agregó: “Se estima que noventa millones de ciudadanos no votarán como forma de expresar que no se sienten representados ni por Barack Obama ni por Mitt Romney. Es el doble de las personas que se prevé que los votarán”.
Los debates están fuertemente controlados por la Comisión de Debates Presidenciales (CPD, por sus siglas en inglés) que, entre otras cosas, excluye a los candidatos que representan a fuerzas políticas distintas del Partido Demócrata o el Republicano. George Farah es fundador y director ejecutivo de Open Debates y autor del libro “No hay debate: cómo el partido demócrata y el republicano controlan en secreto los debates presidenciales” (No Debate: How Republican and Democratic Parties Secretly Control the Presidential Debates). El día del debate en Hofstra, Farah me contó cómo la bipartidista CPD obtuvo el control de los debates que antiguamente estaban a cargo de la Liga de Mujeres Votantes, que no tiene ninguna filiación partidaria: “Los partidos demócrata y republicano crearon una empresa privada denominada Comisión de Debates Presidenciales, que asumió el control de los debates presidenciales debido a que la Liga era independiente y porque esta organización de mujeres tenía el valor de hacerle frente a los candidatos de los principales partidos”.
El “memorando de entendimiento”, de 21 páginas, incluye una referencia a los requisitos que tienen que cumplir los candidatos para participar en el debate. La Comisión de Debates exige que el candidato tenga el apoyo de “al menos un 15% del electorado nacional, sobre la base de datos proporcionados por cinco consultoras de opinión pública de alcance nacional, previamente determinadas”. Se trata de un círculo vicioso, ya que para poder debatir es preciso tener amplio apoyo y para poder ganar el apoyo público, los candidatos que no tienen grandes fondos para financiar su campaña necesitan el acceso que brindan los debates televisivos. De modo que los demócratas y los republicanos controlan los debates y limitan el acceso de la población a opiniones alternativas". 

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