viernes, 5 de octubre de 2012

Con la intención de incendiar el país

 
Y así horadar la autoridad de un gobierno elegido democráticamente. A pesar de todos los obstáculos que se pongan en el camino, como puede ser, en estos días, un claro triunfo de Chávez el domingo (si hasta abogados radicales riocuartenses confesaban esta semana no tanto sus preferencias por Capriles; más bien, el deseo íntimo de que el Comandante pierda. "¿Sabés lo que sería eso?", se ilusionaban) o que un testigo clave de un caso emblemático hable bien de la Presidenta, lo que provoca instantáneamente la Inquisición (aunque sea necesario desempolvar viejas causas judiciales por las cuales Severo ya fue sobreseído. Todo vale, a lo Lanata. A propósito: el séquito clarinista, ¿se animará a denunciar fraude el domingo en Venezuela? Para allá van Pinedo y Gaby, que serán tan independientes en esa observación que hinchan por Capriles) o esconder el dato de que al impoluto radical francés se le venció su plazo hace ¡2 años! o contentarse porque un juez amigo es nombrado en el juzgado deseado y defenestrar al que no quiero haciendo como que hago periodismo. ¡Eso no es ni periodismo militante! No manchen ese noble nombre.
Es en este marco que el abordaje no puede ser inocente ni desprovisto de los mínimos márgenes de conciencia histórica, para llamarlo de forma pomposa a lo que simplemente son indicios de procesos que ya la región vivió recientemente (aunque cueste en el cuerpo -y el ego- asumirlos como tal). El quebrar toda cadena de mandos en una institución jerárquica como las FFAA es el furgón de cola de los apurados por terminar antes lo que el pueblo dictaminó en las urnas.
El mote de exagerados y sobreactuados es la otra cara de la misma moneda, que tiene como contrapartida la acusación lanatiana de autosecuestro contra un tipo con los huv*s que no tiene ninguno de los que ahora lo quieren denigrar sólo por no responder a su puzzle ígneo.
"La foto es alarmante. Podría ser la de cualquier gremio que reclama mejores salarios. Obreros de la construcción, mercantiles, camioneros o docentes, por citar cualquier ejemplo. Pero asistir a un pedido de mejoras salariales por parte de uniformados, que ganaron la calle y rompieron la cadena de mandos, que mantuvieron colgadas banderas con reivindicaciones a quienes se alzaron en armas hace sólo 20 años contra las fuerzas armadas, y hasta se permitieron emplazar un ultimátum a la Presidenta del país para que respondiera a sus reclamos, por más legítimo que sea, en un país que vivió más de la mitad del último siglo bajo regímenes dictatoriales e inconstitucionales, hizo evocar a los peores fantasmas", avisa Volcovich.
Ya llegarán las plumas de los grandes medios nacionales este fin de semana a solidarizarse con estos nuevos levantados contra la Diktadura, aunque ellos mismo repitan -para convencer- que son defensores de la democracia. Un golpe de efecto, un cliffhanger previsible, valga el oxímoron, de los que sueñan con climas dictatoriales y los respiran cuales princesas en el lago contaminado de los sueños distituyentes.
"Un participante en la rebelión de Prefectura y Gendarmería afirmó frente a sus camaradas en el edificio Centinela que no eran “destituyentes”. Es bueno que esto se haya dicho, pero la mejor forma de no serlo es no parecerlo. Porque las imágenes y las acciones protagonizadas los volvieron a colocar en el escenario de la indisciplina y la ruptura de la verticalidad que los convierten una asociación dudosamente legal", apunta Bernetti.
Mientras, uno de esos líderes de mano levantada y uniforme verde se sincera:
"-Noticias: ¿Qué le responde a quienes dicen que esta protesta puede ser utilizada para desestabilizar al gobierno?
-Maza: Puede ser que quizás nos quieran usar. Hemos recibido varios ofrecimientos de políticos que llamaron y querían acercarse".

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