domingo, 21 de octubre de 2012

Operativo Corte: Lorenzetti, mon amour

Jacquelin: "Todos miran a Ricardo Lorenzetti. El problema es que muchos creen ver en el titular del máximo tribunal menos interés en parecerse al Papa que en ser visto como el nuevo Vélez Sarsfield, que refundó el derecho civil y comercial en la Argentina. Y él sabe que hacerse cargo de la "mediación" lo convertirá en el chivo expiatorio del relato oficial si no le concede al Gobierno todos los objetivos de máxima que los halcones reclaman o, en caso contrario, en el claudicante magistrado que se rindió al poder político en busca del bronce. Un destino demasiado poco atractivo para cualquiera que tenga en alta estima su propia inteligencia y su nombre".
Morales Solá: "La reelección del presidente de la Corte no está impedida por ninguna ley o reglamento. No puede compararse esa reelección con la reelección presidencial, como han deslizado voceros oficialistas. El presidente de la Corte tiene el poder de un solo voto, como el resto de los jueces, y carece de facultad para desempatar. Su papel es, sobre todo, de representación política de la Corte y de algunas, limitadas, responsabilidades administrativas. ¿Qué tienen que ver esas acotadas funciones con el enorme poder del titular del Poder Ejecutivo? Nada".
Nelson Castro: "“El 7D no debe pasar nada”, señala una voz que conoce el pensamiento mayoritario que anida en el seno de la Corte Suprema. La Presidenta tiene la misma información, por lo que presa del enojo viene zamarreando al ministro de Justicia, Julio Alak, a fin de obligarlo a desplegar toda la artillería de medidas con que en estos días el Gobierno busca avasallar al Poder Judicial. La reelección de Ricardo Lorenzetti –circunstancia que él mismo trató de evitar y no pudo debido a que ninguno de sus colegas quiso ocupar su cargo– disgustó al Gobierno. Ante ello, hay decisión en el pináculo del poder de esmerilar la figura del presidente de la Corte".

Mientras, Pepito atiende a Zaffaroni: "Ya despreocupado totalmente de lo que se diga o piense de él, el integrante de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni, no se preocupa por ocultar su condición, o al menos matizarla. Él simpatiza abiertamente con fuerzas y caudillos que se mueven en el turbulento espacio de los “movimientos sociales” informales. Esta semana le envió su calurosa adhesión y simpatía a Milagro Sala, cacique del disciplinado encuadramiento llamado Túpac Amaru: “Felicitaciones Milagro, felicitaciones compañeras y compañeros, a continuar trabajando por más para realizar lo imposible. Un fuerte abrazo y ¡a seguir caminando!”, le dijo. Como se ve, Zaffaroni no considera que un juez de la Corte deba manejarse de manera prudente, austera y desapasionada, al margen del vendaval de las luchas ideológicas. Aunque hace ya tres años que dice querer irse de la Corte, no sólo se sigue quedando, sino que cada semana se exhibe más alineado en un ostensible atrincheramiento de radicalización sectaria".

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