"Ha llamado la atención la acritud con la cual el
gobernador de Córdoba ha sido atacado en represalia por la convocatoria
que formuló a la reconciliación nacional en el transcurso de una
entrevista periodística. No es cosa menor que en un país sumido en
traumas provenientes del pasado, y a los que se suma la crispación
arrogante en destilación permanente desde la Casa Rosada, alguien sea
tratado con ferocidad por proponer nada más y nada menos que la misma
plegaria que el Papa ha rezado ante los argentinos desde que era
arzobispo de Buenos Aires.
Las palabras del gobernador José Manuel de la Sota
pasaron de largo, sin réplica alguna, por el corredor de los partidos de
oposición. Fue desde las filas de la fuerza política que lo tuvo, entre
otros altos cargos, como embajador en Brasil, que partieron las
hostilidades. Alentaron la controversia por sus manifestaciones las
figuras del oficialismo más identificadas con organizaciones que han
hecho de los derechos humanos una bandera facciosa, porque no reconoce
responsabilidades sino de un solo lado y, en ciertos casos, de lucro no
sólo para los efectos políticos.
Tan pronto como De la Sota expresó que la Argentina
"necesita un baño de reconciliación" lo asaltaron desde el kirchnerismo.
Le imputaron que pretende el olvido de los crímenes cometidos por los
militares que gobernaron desde 1976 hasta la restauración democrática de
1983. Algo que molestó y preocupa a sus impugnantes es que De la Sota
haya denunciado que, en nombre de los derechos humanos, se alienta desde
el gobierno nacional una política de resentimiento.
No era ésa, en verdad, la política a la que los
Kirchner adscribían cuando gobernaban Santa Cruz; por el contrario,
según todos los testimonios civiles y militares que se han ido abriendo
paso con los años, entonces se acomodaron con facilidad al soplo de
otros vientos. ¿O no dijeron que Carlos Menem era el mejor presidente de
los argentinos después de que éste dictara los indultos que sacaron de
la cárcel a ex comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y cerrara, sin
dejar resquicio alguno, salvo el de secuestro de menores, el capítulo
abierto por el Congreso de la Nación con las leyes de punto final y
obediencia debida?
Pero lo que más ha de haber incomodado a los críticos
del gobernador cordobés fue que, además de las condenas a los militares,
él quiere que también vayan presos los asesinos de quien en 1973 era
secretario general de la CGT, José Rucci. Esto ya no sólo incomoda, sino
que inquieta, con vistas a un futuro acaso no tan lejano, a los civiles
que desde bandas subversivas cometieron crímenes imperdonables por su
gravedad y su número: el de Rucci es sólo uno entre mil. De la Sota se
limitó a plantear, sin decirlo, que no puede haber reconciliación sin
aplicación igualitaria de la ley para quienes produjeron el baño de
sangre de los años setenta.
Tarde o temprano eso habrá de suceder, porque así lo imponen la justicia y la equidad".
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