lunes, 9 de diciembre de 2013

El Periodismo Militante piensa a Córdoba

Verbitsky (Página 12): "Estos estremecimientos se originan en los conurbanos de las provincias fundamentales del modelo productivo implantado desde mediados de la década de 1990, con la tremenda polarización clasista y el desplazamiento de poblaciones, cuyos efectos sólo fueron atenuados por los avances reparadores de la última década. Esto mide la fragilidad del terreno sobre el que está asentada la democracia que esta semana cumple 30 años; también la magnitud y la diversidad de conflictos siempre prestos a manifestarse en cuanto una merma en el crecimiento macroeconómico y la generación de empleo exacerba ánimos y requerimientos. Más aún si se acercan el verano y las fiestas de fin de año, y se repiten las inundaciones y los cortes de luz y de agua, consecuencia de los temporales con los que cada vez más habrá que convivir debido al cambio climático y la imprevisión urbana de sus consecuencias".
Ragendorfer (Tiempo Argentino): "Desde su llegada al poder en 1999, el gobernador se erigió adalid de la mano dura. Lo hizo mediante la saturación policial de las calles. Mucho patrullero nuevo, operativos al servicio de las cámaras y conferencias de prensa para anunciar el desbaratamiento de peligrosas bandas. Fuegos de artificios sin otro propósito que el de crear una ilusoria sensación de orden. De hecho, a partir de 2007, cuando Paredes obtuvo rango de ministro, la policía cordobesa triplicó los casos de gatillo fácil y –en virtud al medieval Código de Faltas que rige en la provincia– los arrestos de pibes en situación de riesgopasaron de 15 mil a 75 mil por año, mientras aumentaban en un 350% las denuncias por vejámenes y apremios ilegales. La fórmula es sencilla: demagogia punitiva para aquietar los miedos del espíritu público y vista gorda con los negocios policiales. Los resultados están a la vista".
Platía (Página 12): "Como en los años ’20 porteños, cuando los “pibes cajetillas” salían a patotear “cabecitas negras” por los suburbios, en la noche del 3 al 4 de diciembre y las que siguieron, en los barrios caros se armaron bandas que apalearon a cuanto pibe “portador de rostro o moto” pasaba por sus calles. Saqueara o no. A su vez, en los suburbios y en los barrios obreros, los desamparados de siempre quebraban códigos de solidaridad saqueando sin piedad a quien, tal vez, le había fiado durante años. Pero en los videos que se conocieron después hubo un elemento nuevo: costosas camionetas conducidas por “los blancos” de los que se lamentaba el vecino, que llegaban “haciendo la punta” y se llevaban lo que encontraran a su paso".
Muracciole (Tiempo Argentino): "En el mes de septiembre pasado, la policía provincial fue objeto del descabezamiento de una cúpula con mucho poder interno, acusada de connivencia con el narcotráfico.
Sus antecedentes y su perfil autoritario remiten a los años en que Benjamín Menéndez era el hombre fuerte de la provincia, recién entrado en desgracia en 2004 con la reactivación de los juicios de lesa humanidad. Durante la transición democrática personajes como "El Tucán" Carlos Yanicelli, ex miembro de la siniestra D-2 en el cargo de director de Inteligencia en épocas dictatoriales fue protegido por distintos gobiernos, como el del radical Ramón Mestre, y continuó siendo hombre de confianza de otro reconocido político cordobés, Oscar Aguad. 
Entre los altos oficiales relevados de la fuerza  a mediados de septiembre, se encuentra el comisario  Rafael Sosa, jefe de la División Drogas Peligrosas de la provincia mediterránea, hoy preso, y la renuncia del responsable de Seguridad de la provincia de Córdoba, ex comisario general Alejo Paredes. La relación del ex responsable de seguridad de José Manuel de la Sota con el comprometido genocida Yanicelli se remonta a los años '80, cuando El Tucán fue profesor de una fuerza de élite en la que Paredes hizo toda su carrera policial".
Ciuffolini (Página 12): " Cabe reseñar la dinámica excluyente y segregadora de la mayor política de vivienda en la última década, como el programa “Mi casa, mi vida”, que ha desplazado a los bordes de la ciudad a buena parte de los sectores populares que habitaban en villas y asentamientos. Incluso relocalizó en un mismo barrio a poblaciones con enemistades históricas, cuyo resultado ha sido la configuración de espacios inhabitables por la violencia imperante. Tenemos además una práctica de seguridad, que se asienta en el abusivo Código de Faltas como herramienta de control de la vía pública, delimitando espacios de circulación y vida de los pobres; leyes como la de narco-menudeo y contra la trata, que con sus figuras escasamente tipificadas intensifican la persecución y el hostigamiento hacia los sectores populares. Hay que sumar la inaccesibilidad a cuestiones tan básicas como la tierra, la vivienda, por el encarecimiento del suelo y por claras políticas de desarrollo urbano que privilegian los emprendimientos privados. De fondo también aparece el deterioro financiero de la provincia, que impacta en el diseño de programas y políticas sociales, y especialmente en materia de empleo. Estas cuestiones, entre otras, han generado un profundo malestar en las barriadas populares, especialmente en los jóvenes".
Dearriba (Tiempo Argentino): "Son hijos de la marginalidad, que encuentran serias dificultades para distinguir los límites entre el bien y el mal. No hay otra explicación para la exhibición de sus delitos en las redes sociales y la autoincriminación que ello implica. No hay delincuente que se precide de tal que vaya por la vida con un cartel exhibiendo el producido de un robo. Esa actitud que se multiplicó tras la noche oscura de Córdoba refleja una pérdida absoluta del más mínimo encuadre que se requiere para vivir en sociedad. 
Ese actor social, integrado por jóvenes estigmatizados que sufrieron en su niñez el impacto de las políticas neoliberales, es uno de los desafíos más complejos que enfrenta la democracia argentina".
Wainfeld (Página 12): "La situación económica social varió, para mejor, en los años más recientes. Bajó el desempleo, mejoraron los ingresos de sectores populares, mermaron la pobreza y la indigencia. Pero persisten marcas injustas, entre otras, la desigualdad y la opulencia ostentosa de los sectores más ricos de la sociedad. Opulencia que se muestra a pocos kilómetros de quienes “la ven pasar”. Cuando la marea sube todo flota, pero las inequidades persisten e incluso se tornan más chocantes para quienes recobran parte de su autoestima superada la carencia aguda".

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