domingo, 1 de diciembre de 2013

La Nación y Perfil se burlan de la militancia K

Joaquín Morales Solá (La Nación): "El cristinismo radicalizado toma distancia. Ni el discurso ni la acción del Gobierno lo conforman. No se envolvió en la bandera de la revolución para terminar aplaudiendo un acuerdo con Repsol ni, mucho menos, con el Fondo Monetario, con el Club de París, con los tribunales internacionales del Ciadi ni con los fondos buitre. Cristina Kirchner está en un territorio desconocido: la aplauden opositores y empresarios, pero calla el núcleo duro del populismo kirchnerista.
Jorge Capitanich insinuó la posibilidad de buscar financiamiento en el exterior; esto es, créditos nuevos. ¿Qué le dirá Cristina ahora a la militancia eufórica que durante años aplaudió el desendeudamiento?".
Jorge Fernández Díaz (La Nación): "Pasadas las elecciones de octubre y la convalecencia presidencial, había que hacer de tripas y corazón, y meterle parches al buque, porque el agua salada empezaba a entrar por todos lados. Zafarrancho de combate y vuelta de 180 grados a toda máquina que nos hundimos. Se puede deducir qué dimensión tiene esa perforación midiendo la enorme magnitud del giro ideológico que debió efectuar un grupo cristalizado y lleno de prejuicios. Esa fue precisamente la palabra que utilizó Cristina en su primer mensaje a la militancia: "Nos vamos a asociar con quienes tengamos que asociarnos, porque no tenemos prejuicios". Les estaba articulando, en lenguaje cifrado, la consigna del momento: a tragar sapos, chicos, que viene la mala, y, por favor, no hagan olas".
Néstor Scibona (La Nación): "Aunque la hiperactividad de ambos funcionarios (Capitanich y Kicillof) le permitió al oficialismo recuperar la iniciativa política tras la derrota electoral, supone todo un problema para la militancia cristinista. En especial, para los periodistas y medios dedicados fervorosamente a amplificar el relato, que hoy deben defender con el mismo énfasis lo que hasta hace poco no dudaban en cuestionar".
Nelson Castro (Perfil): "El giro copernicano dado por el Gobierno en el caso YPF ha dejado boquiabiertos a más de uno dentro del oficialismo, sobre todo en el kirchnerismo duro. Dentro de aquella militancia que se llena la boca con la palabra liberación, hay sorpresa, azoro y una incipiente decepción".
Jorge Fontevecchia (Perfil): "Mientras el relato parece real, tiene una fortaleza única. Cuando se intuye que es ficción, se desintegra patéticamente. Y quizás el reality kirchnerista clásico hoy ya sólo pueda ser visto como una factualidad desde la tierna inocencia, y a la vez admirable pasión, de los “pibes para la liberación” que se entregan a Cristina".
Javier Calvo (Perfil): "En el Gobierno se habla de más cambios. Nuevas caras en el Gabinete, mayor apertura hacia la oposición, cambios en la cúpula del Indec, negociaciones reservadas con el FMI y fondos buitre... El lifting kirchnerista se aplica al envase y al contenido, por más que los relatos ultra K o anti K digan otra cosa. Semejante concepción de que sólo es verdadero aquello que funciona (“la única verdad es la realidad”) incomodará a los militantes ideológicos, pero es el remedio al que recurrió la Presidenta para mantener el poder y recargarlo. Habrá que ver la efectividad de la dosis".

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