viernes, 27 de junio de 2014

Carta de un periodista cordobés a Alfredo Leuco

"Estimado Alfredo:
Si bien no lo conozco personalmente, me he tomado el atrevimiento de escribirle unas líneas en referencia a la misiva epistolar de carácter público que usted ha dedicado al Juez, de primera instancia de la Justicia Federal de los EE.UU, el Dr. Thomas Poole Griesa.
Además, me animo a dirigirme a tan prestigioso periodista, porque yo soy cordobés, de cuna, nacido y criado en la Docta, como usted.
Y la verdad es que no conozco otro cordobés tan hábil para la genuflexión, tanto de manera oral como escrita.
Comienza usted su carta al Dr. Griesa manifestando su voluntad de ayudar a Su Señoría, incluso poniéndole de relieve su indudable buena fe, así como su voluntad contributiva para aclararle los tantos a Griesa para que el fallo sea aún mas efectivo.
Sepa, estimado Alfredo, que al leer esas primeras palabras de su texto no pude más que hacer un viaje en el tiempo, con la licencia poética necesaria para hacerlo, e imaginarlo a usted durante la época de la conquista española, organizando la entrega de espejitos de colores a los pueblos originarios a cambio nada más que de sus tierras y sus riquezas. U ofreciéndose usted a despellejarlos con sus propias manos si no acataban el fallo de la divina Reina Isabel.
O también me permití la aventura de verlo a usted, estimado Alfredo, durante las invasiones inglesas de 1806 o 1807 escribiendo una carta al invasor: 'Mr. American: my friend, my only friend, welcome to my country'... o alguna diatriba por el estilo, eso sí, escrita en un servicial inglés.
Continuando con la mencionada carta, que usted estimado Alfredo le escribe al juez Griesa, hace referencia a algunos fallos de la justicia argentina y olvida mencionar, doy por descontado que de manera involuntaria, todos los fallos que freezaron durante varios años la aplicación de la ley de Medios, ley forjada, debatida y aprobada durante la democracia. Fallos que sólo beneficiaron al Grupo que, oh casualidad, estimado Alfredo, es el que le paga su sueldo. Pero reitero, doy por hecho que esa omisión fue involuntaria.
Así como supongo que su repentino colaboracionismo con el juez que defiende los intereses de tan altruistas fondistas buitres como Paul Singer, y de tantos otros buenos samaritanos a los cuales el mencionado Griesa insiste en que le paguemos mil veces más de lo que en realidad recibimos, y suponiendo que hayamos recibido algo, le ofrezco de manera desinteresada mi ayuda para que lancemos una campaña solidaria a nivel nacional: “Una vaquita para Griesa”. O mejor “Un sol para los buitres”. Así como suena, al mejor estilo “Un sol para los niños” que organiza Canal 13. Así como se hacía en el cole, ponemos alcancías en todas las esquinas del país y todos ponemos lo que tengamos, lo que podemos, y así usted, Griesa y los buitres se quedan más tranquilos.
“Un sol para los buitres”, por cadena nacional, y usted como conductor, por supuesto. Ya lo imagino con una remera con la cara de Griesa animando a la población entera a pagar hasta lo que no tiene, invitando a las generaciones por vivir en este maldito-bendito país a que hipotequen su futuro, a que resignen educación, salud, justicia... para que honremos a los poco honrados buitres y usted, estimado Alfredo, pueda serle útil a Griesa; tal como usted mismo lo manifiesta en su carta: 'lo quiero ayudar Mr Griesa', son sus palabras Mr. Alfredo.
Si esta sugerencia no le place, sepa usted, estimado Alfredo, que por más voluntad entreguista que manifieste en su carta al infalible juez estadounidense, también vendrán por usted, que aunque no lo pueda ver, es usted un manso cordero atado a merced del lobo suelto del Wall Street, que vendría a ser Griesa. Ese a quien usted en su carta dispensa de querido Griesa, 'dear Griesa', para ser textual.
Le hago una confesión antes del final: sólo por un momento imaginé al Juez Griesa leyendo su carta, en la soledad del despacho de un juez de los EE.UU. Recostado hacia atrás en su sillón, un escritorio de madera oscura, muy grande, un ventanal que mira a un parque, un cuadro con algún prócer de toga, y la bandera por supuesto, la bandera de los EE.UU, y allí Griesa leyendo su carta. La carta que aquel cordobés de nombre Alfredo y de apellido Leuco le escribió con tanta devoción... y al final Griesa levanta la vista, esboza una sonrisa y dice: “Qué argentino tan alcahuete”. Hace un bollo el papel y vuelve a su vida de juez de Wall Street.
Bueno, Alfredo, no quisiera robarle más tiempo: imagino que tendrá cosas más importantes que hacer, como por ejemplo redactarle una carta a Magnetto, recordándole que su alma le pertenece, por si este se hubiera olvidado.
Reitero me disculpe por tamaño atrevimiento de haberle escrito yo a usted una carta. Un minúsculo coterráneo que sólo quiere colaborar.
Cuando venga por Córdoba, no deje de avisar.
Lo saludo muy atte.

Con respeto.

PD: sólo una apostilla a título personal Alfredo. Noté cierto uso de la ironía y el sarcasmo en la redacción de su carta. Me parece que no le queda a usted. No son de su talla. Mejor pruebe escribir con cordura y sentido común, tal vez mejore.
Ahora sí me despido
Adiós.
César Barraco".

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