sábado, 27 de junio de 2015

"¿Qué m... está haciendo Cristina?"

"Lo que está haciendo Cristina es promover el gobierno del partido. Y preservar al partido de gobierno. Un partido que, naturalmente, es conducido por el kirchnerismo. Todos y todas bajaron a las listas. Comenzando por su candidato estrella, Daniel Scioli y siguiendo por los ministros y los referentes de La Cámpora, incluido su fundador.
Otra postal de esta nueva fase de la institucionalización del PJ es que nunca hubo un cierre de listas como éste, en el que los jefes partidarios provinciales tuvieron tan poca influencia en el armado de las listas. Hasta conflictos de medianoche por diputaciones provinciales y concejalías en las provincias más alejadas de la Capital se dirimieron llamando al comando central kirchnerista. De seguir las cosas así, toda una biblioteca politológica podría terminar en la basura.
¿Y por qué, aquí y ahora, amaga con predominar el partido sobre el candidato? Esto no debería sorprendernos tanto, porque está en la esencia de nuestro sistema escrito. En principio, hay algo novedoso en el fin del Gobierno de Cristina Kirchner: ni Raúl Alfonsín ni Carlos Menem, ni mucho menos Fernando De la Rúa, habían terminado sus gobiernos con alta imagen positiva, una economía funcionando –con los problemas que le conocemos, pero sin estallar por los aires– y con los resortes aceitados del poder partidario. Por el contrario, cada uno de ellos, y cada uno de sus sucesores, tuvo que reconstruir la gobernabilidad a partir de un big bang electoral, que siempre trajo aparejado un discurso refundacionalista. Si Scioli gana las elecciones, y más aún si lo hace en forma contundente, habrá recibido buena parte las fuentes de su poder electoral del Gobierno anterior, y no necesitará tomar el riesgo de arrancar de cero. La política no está hecha sólo de personalidades: si Néstor Kirchner hubiera recibido de Duhalde el 45% de los votos, alta imagen positiva y un engranaje político exitoso, la relación entre ambos hubiera sido mucho más armónica. El escenario que ahora se asoma es claramente otro.
Si gana las elecciones, Scioli no será el chirolita de Cristina. El Presidente será él, con todo el lote de poderes constitucionales del puesto, y él habrá sido el receptor de todos esos votos que confieren poder y popularidad. A no engañarse. Tendrá que introducir algunos cambios, de los que seguramente ya conversó con Cristina Kirchner y Carlos Zannini. Pero su gobierno, que tendría una identidad propia, no estará conminado a romper con lo anterior, como sucedió con todos los anteriores. Esa es otra característica de la fase de institucionalización partidaria que se viene".
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"La Presidenta advirtió que no designaría a su sucesor y que el candidato era “el proyecto”. De esa manera les abrió a todos la posibilidad de “jugar por adentro” y evitó las fugas hacia otros espacios. Otra decisión personal de Cristina fue no ser candidata. Así logró desairar a la oposición que durante mucho tiempo sostuvo que la (insólita) elección de representantes para el Parlasur se hacía para que ella fuese candidata y tener fueros luego del 10 de diciembre. Y, además, al no ser candidata la sociedad no la ve formando parte de la pelea electoral y deja de ser el centro de la crítica opositora. Esos factores ayudan a mejorar su imagen.
Finalmente, la Presidenta corrió de la escena a dos personas muy deterioradas. César Milani pasó a retiro y, si esa figura existiese para los civiles, hizo lo propio con Amado Boudou.
La oposición tiene tiempo para recuperar terreno porque los deseos de cambio están presentes en la sociedad y hay razones para ello. Pero un primer paso que debe dar es el de no precipitarse a lecturas apresuradas del escenario político. Anticipar cosas que luego no se cumplen –veto a Scioli, Cristina candidata, crisis económica, preferir que gane Macri, etcétera– le restan credibilidad al mensaje de los candidatos opositores".
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