domingo, 28 de febrero de 2016

A pesar del desaire a Macri, Clarín y La Nación quieren seguir usando al Papa Francisco

Como coordinados, coincidieron hasta en la misma foto en tapa.
Y acordaron instalar que la reunión entre su presidente y Bergoglio ("El chismoso", según Lilita que no va a Roma) transitó por los dos ejes sobre los cuales se asienta el #RelatoPRO que ellos producen cada día: la corrupción (K) y la lucha contra el narcotráfico (K).
En su interior, intentan justificar la falta de sonrisas como sinónimo de un esfuerzo por construir un vínculo meramente institucional y dejar atrás las sobreactuaciones de Cristina (aquí, el #RelatoPRO no pudo decir que en el Vaticano La Yegua le dejaba una herencia pesada de ñoquis y corrupción aunque el especialista en misivas papales, Sergio Rubin, aporta que ella le trajo dolores de cabeza a Pancho. Y la Piqué dice que el Papa no fue tan frío porque dejó pasar a la actual pareja del #PresidenteMau, la empresaria textil Juliana Awada).
A tal punto es el esfuerzo, que el golpeador de puerta, Mariano Obarrio (nada que ver con los dichos del ahora independiente Bonadio, según el Colo K) asegura que Pancho se comportó así por imposición del mismo Macri, que quiere una relación "sobria". Casi que se les escapa: "Pancho, dejá de hacer circo. Ubicate".
Y Obarrio va más allá aún. Explicita el implícito en los títulos de tapa: el supuesto (imaginario, bah) apoyo papal que ambos medios oficialistas intentan instalar no es tanto a Macri sino más bien a los embates de los jueces y fiscales anti K para meter presa a Cristina y figuras emblemáticas del anterior gobierno.
Mientras tanto, los dos principales columnistas de domingo hacen un esfuerzo enorme por no criticar al Papa como los usuarios de sus respectivos sitios web, parte de la tropa antikirchnerista (ahora) desilusionada con Francisco.
Edu van der Kooy en Clarín: "El encuentro de Macri con Francisco en el Vaticano podría ser interpretado en doble faz. El Papa representa, sin dudas, el liderazgo mas potente del mundo en una época declinante en calidad moral y valor de la palabra. Pero Su Santidad, por procedencia, remite inevitablemente a la Argentina. En cada gesto y cada palabra. Quizás por ese motivo el Presidente incluyó a dos gobernadores peronistas (Juan Manuel Urtubey y Rosana Bertone) en su comitiva. El salteño exhibe el pergamino de haber establecido la educación religiosa en la escuela pública. La fueguina se opuso a la ley del matrimonio igualitario. ¿Un intento de golpe emocional al corazón de Jorge Bergoglio? El rostro del Papa, al menos ayer, no lo trasuntó.
La reunión arrojó una lectura sobre todo local. Macri necesitaba acortar la distancia que se había tendido con el Vaticano a partir de intensos rumores nunca debidamente aclarados. Primero aquel saludo sólo protocolar luego de su asunción el 10 de diciembre. Luego el presunto pedido de una audiencia no respondida cuando el Presidente viajó en enero al foro económico de Davos. Por último, la sobreinterpretación que se concedió al interés papal por la detención de Milagro Sala. La piquetera está presa, parece agravar cada día su situación judicial y simboliza uno de los lastres de la herencia kirchnerista: la del Estado casi clandestino, prepotente y extorsivo.
Aquella distancia que podrá estrecharse a partir de la cumbre de ayer pareció, tal vez, mas grande de lo que era por el trato que Francisco dispensó a Cristina Fernández, luego del trastorno que provocó a la ex presidenta su coronación como Papa. Ese lazo se selló cuando ambos se encontraron en el Vaticano mientras la administración kirchnerista atravesaba en marzo del 2014 una de las crisis económicas mas severas. Francisco enarboló una frase que brindó anclaje al entonces flameante poder presidencial: “Hay que cuidar a Cristina”, aconsejó. La dirigencia argentina (política, gremial, empresarial y social) hizo caso al mensaje en una coyuntura de elevada incertidumbre.
El encuentro con Francisco no persiguió otro objetivo que el de superar el presunto desencuentro".
Joaco en La Nación: "Vienen de mundos y de formaciones muy distintas. El Papa se formó en la Iglesia latinoamericana más cercana a los pobres que a los poderosos, aunque nunca se dejó confundir por las teorías marxistas ni, mucho menos, por la insurgencia armada. Sintió cierta admiración por el Perón conciliador y patriarcal de los años 70. El Presidente nació y creció entre empresarios y se educó en la escuela del pensamiento liberal, aunque el ejercicio de la política lo sensibilizó frente a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Nunca se llevaron mal, al revés de lo que cuenta la leyenda urbana. Ni siquiera existió la diferencia tan evocada por la unión civil entre personas del mismo sexo, que Macri dejó que ocurriera en la Capital.
Hubo desde que asumió Macri la impresión de un papa distante del nuevo presidente argentino. ¿Existió esa distancia? El problema fue la comparación con los amores tan aparentes como estridentes del cristinismo con el Pontífice. Ni el Papa estaba dispuesto a seguir en el tren del amiguismo argentino, que sobreactuó la ex presidenta, ni Macri, por sus propias razones, quería imitar a Cristina Kirchner. Se vio entonces a un papa frío con Macri, pero el propio Presidente suele decir que nunca fue así. El nuevo estilo explica la protocolar formalidad del Pontífice en la foto de ayer con Macri, que impactó entre algunos argentinos. ¿Se avecina otra polémica absurda?
Estamos ante un caso extraño. El Papa es el líder moral con mayor prestigio en el mundo, pero en su país, donde vivió 76 de sus 79 años, es donde más se lo critica. La imagen que algunos sectores tienen de él puede resumirse así: es un papa peronista al que no le gustó que ganara Macri. Más allá de aquellas juveniles admiraciones por el Perón viejo y consensual, lo cierto es que Bergoglio fue crítico del menemismo en los años 90 y se enfrentó con el kirchnerismo en la década posterior. Un supuesto peronista que despreció el poder durante 20 años. Un peronista imposible.
Una de las certezas argentinas que más molestan en el Vaticano es la que afirma que el Papa recibió seis veces a Cristina. En rigor, la recibió en el Vaticano sólo tres veces, y las tres fueron iniciativas de la entonces presidenta argentina, no del Papa. Nunca el Vaticano (y el propio Papa) se molestó tanto como cuando Cristina apareció rodeada por La Cámpora con la algarabía de un viaje de estudiantes. Desde entonces, el Pontífice recibió a Cristina en el Palacio Apostólico, serio y estricto, y no en la residencia de Santa Marta. Las otras tres veces se vieron por iniciativas de presidentes latinoamericanos durante vistas papales (en Brasil, Paraguay y Cuba) y se limitaron a estrictos saludos en el altar luego de una misa.
Esos antecedentes son los que explican la vocación del Papa (y del Vaticano) para reformular la relación de una manera más respetuosa y protocolar que la que existía.
El Papa le habló ayer a Macri del narcotráfico en el país, una de sus viejas obsesiones argentinas. "No sé cómo se pudo llegar a tanto en el país", le comentó. Y puso especial énfasis en la necesidad de luchar contra la corrupción. Vale la pena consignar un dato. Si bien lo que hace el juez Claudio Bonadio corre por su cuenta y orden, como haber llamado a declaración indagatoria a Cristina Kirchner, la relación de ese magistrado con el Papa es especial. Francisco recibió a varios jueces federales, pero es amigo personal de Bonadio desde hace 30 años".
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