lunes, 3 de julio de 2017

Córdoba, cada vez más pobre: casas de silobolsas y demolición de pueblos

Para el segundo semestre del 2016, el Gran Córdoba mostraba, según la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, un doloroso 40,5% de pobreza (cuarto del país) y un 10,8% de indigencia (la más alta del país); mientras que el Gran Río Cuarto (el otro conglomerado cordobés medido por el instituto de estadísticas nacional) exhibía 29.2% y 7%, respectivamente.
Por su parte, el Cippes (Centro de Investigaciones Participativas en Políticas Económicas y Sociales), sobre la base de los números de ingresos y canasta básica alimentaria y total del Indec, determinó que Córdoba, con el 15% de los niños en situación de indigencia, es la peor rankeada del país en ese segmento en el tercer trimestre de 2016.
En medio de una de las zonas más rica del país, estos números cobran aún más gravedad al conocerse diferentes historias de vida que dan cuenta de carencias y desprotección de los diferentes Estados.
En Washington, una pequeña localidad de menos de mil habitantes, que queda a unos 130 kilómetros de Río Cuarto, un relevamiento realizado por las autoridades comunales expuso la cruda realidad de 10 familias que viven en viejas casillas del ferrocarril  y hasta en un box de caballos abandonado, cuyo techo fue cubierto con tela de silobolsas.
Según el diario Puntal (Río Cuarto), en estas precarias construcciones viven mamás con sus pequeños hijos, algunas de ellas solteras; y otras cuyas parejas trabajan en las estancias de la zona. "Nosotros hacemos lo que podemos, les damos frazadas, colchones, pero casas no tenemos para aportar. Pedimos encarecidamente que los gobiernos nacional y provincial nos ayuden con los kits de casas", pidió la intendenta radical Selime Daruich.
"Viven en las casillas que pertenecieron a las antiguas cuadrillas del ferrocarril. Sin los servicios básicos, no tienen baño, sólo una letrina, las chapas abiertas del techo dejan colar el aire helado, hay niños que están sufriendo el frío intenso", agregó.
La mayoría de los habitantes de este pequeño pueblo del sur cordobés dependen de la actividad rural. Muchas de las familias llegaron desde el norte argentino para trabajar en las estancias de la zona, y hace años que viven en casillas de chapa o en los abandonados boxes de caballos.
Las precarias casas hechas con tela de silobolsas también se ven en Holmberg, localidad integrante del Gran Río Cuarto. En un rincón del barrio Rojas, Eduardo Antonio Sosa, peón rural y changarín, vive en una precaria construcción hecha de silobolsas y palos.
Ahora, por iniciativa de una campaña de solidaridad de la radio local, el popular Kike podrá vivir en una casa con mejores condiciones a partir de la construcción de una habitación y un baño prometidos por un funcionario provincial.
Una situación opuesta sufre Quilpo, otra pequeña localidad cordobesa, donde han comenzado a tirar abajo las casas de un pueblo ahora fantasma: todos los habitantes eran obreros de una cantera de cal, que ahora cerró y dio de baja a todos sus empleados. La mitad (80) fue echada el año pasado y el resto (70), ahora.
La empresa ya empezó a demoler sus viviendas y lo único que quedó en pie es la capilla del lugar. "Los jefes ordenaron a los parleros que voltearan la capilla también, pero ninguno quiso hacerlo y por eso es lo único que quedó de esa parte del pueblo", contó Rodrigo Lucero, uno de los trabajadores despedidos, igual que su hermano Alan (23) y su padre Orlando (53).
Según La Voz del Interior, las 20 familias que aún quedan viviendo dentro del predio fabril deben agregar al peso del desempleo el del desarraigo: pronto tendrán que abandonar las casas en las que viven, que son propiedad de la empresa. Tras los despidos de 2016, cada vez que un obrero dejó la casa que habitaba, por atrás llegaban las topadoras dejando un paisaje similar al de un pueblo bombardeado. Ese penoso proceso ya comenzó desde hace una semana.
Gisela Tapia, esposa de uno de los obreros echados, le escribió una carta al presidente Mauricio Macri: "Por su digno intermedio le solicitamos nos ayude a que nos devuelvan nuestras fuentes de trabajo ya que dependemos de la misma para llevar el pan de cada día a nuestras familias". En la verja de la casa de Gisela, una amiga pintó un pequeño mural con una bandera donde se lee "Fuerza, Quilpo".
Mientras tanto, tras el cierre de la planta en este pueblo del noreste cordobés -que queda a 350 kilómetros de la capital-, la empresa Cefas se quedará con emprendimientos similares en San Juan y en Olavarría (Buenos Aires).
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